lunes, 6 de marzo de 2017

PUPACLOWN


    Había un país que, no se sabe por qué, dio con la tecla: los niños, pero todos, tenían derecho a la felicidad. Los que se veían con alguna discapacidad o exclusión social, por delante. Los enfermos, también. Los primeros serían integrados en la comunidad, sin trabas, ni barreras, sin pegajosas conmiseraciones, que son como el chicle que se pega a la suela. Los segundos recibirían una dosis de risa con cada medicamento, diversión con el termómetro que les hacía cosquillitas. Incluso cuando entraban en un quirófano, un par de payasos les acompañaban hasta las puertas, con sus cosas; juegos de palabras, de manos, de caerse y levantarse… Y cuando los enfermitos despertaban de la anestesia, un cuento les volvía a dormir, haciéndoles soñar… Una ocurrencia de aquel país fue un Teatro-Para-Todos. ¡Claro! ¿Cómo nadie lo había pensado antes? Era un teatro redondito, sin escaleras, con enchufes para enchufar todo lo enchufable –menos las recomendaciones–, lo que necesitara un pequeño paciente, con su camita y todo. ¿Por qué un niño enfermo no iba a ir al teatro? Allí estaban los demás niños, con sus papás, sus maestros, sus compas, embobados escuchando cuentos o siguiendo obras estupendas, de pensar y de sentir sacudidas de emoción o de reír a mandíbula completa. Lo malo es que, cuando no por la risa, por el asombro, siempre estaban con la boca abierta. Así que, con la entrada, les daban una rejilla para la boca, por si las moscas… En aquel país no comprendían por qué en otros no ocurría lo mismo. Incluso parecía que los políticos de todos los colores estaban sordos para la cosa del teatro. Debían de tener un tapón en el conducto auditivo de lo importante. No les entraba, en fin, que el teatro es fuente de alegría, hace que el espíritu se esponje en lo colectivo y las entendederas se acomoden en lo individual. En cambio, en aquel país de Siempre Siempre el teatro iba por delante de Todo Todo. Como que el Departamento de la Cosa Teatral tuvo que dar cursillos de cuentoterapia, diplomas para risoterapeutas, licenciaturas de Payasos de Hospital, doctorados contra la ansiedad, cátedras de hábitos saludables… En fin, lo propio. Lo que se dice un país que pensaba en los niños. En todos. 

    Nota: Salvo lo de la rejilla para la boca, todo lo demás pueden encontrarlo en Murcia, sin ir más lejos. Se llama Pupaclown. Y si no me creen, entren, entren en Internet. Listillos.

Antonio Rodríguez Almodóvar.