jueves, 14 de mayo de 2015

LA BUENA SALUD DEL TRABAJO EN EQUIPO


En el colegio, en el instituto, en la universidad, en el deporte y en la vida laboral se prodiga el trabajo en equipo.

En la infancia comienza el trabajo en grupo en todas las actividades que se realizan, aún así esta forma de trabajo sigue siendo uno de los quebraderos de cabeza de muchas personas. Especialmente cuando no existe química ni jerarquía a la hora de desarrollar la actividad propuesta.

No todas las personas están capacitadas para aceptar críticas, ni mucho menos las decisiones tomadas por la mayoría del equipo.

Construir un buen equipo


Iniciar una actividad con varias personas es una ardua tarea. El éxito o fracaso de esta depende de la elección previa de los profesionales que la van a realizar y de las virtudes de los mismos en cuanto a coordinación, comunicación, lealtad, cordialidad, motivación, critica, optimismo, respeto, compañerismo, tenacidad, perfeccionamiento, unidad y sobre todo humildad.

Las diferentes personalidades tienen que ser un aliciente positivo para el equipo, ya que la opinión o visión de cada individuo enriquecerá el proceso de creación y con ello el producto final.

Trabajar en grupo da muchas alegrías pero también muchos disgustos, para evitar algunos de ellos como la puntualidad o la carga de trabajo individual deben establecerse unos estamentos, en ellos se sientan las normas con las que cada persona se compromete a respetarlas y cumplirlas durante el tiempo que permanezca en la agrupación.

Las ventajas del colectivo


A medida que pasa el tiempo, el grupo se va conociendo y la producción mejora notablemente. La única pega es que para llegar a ver las ventajas de un buen trabajo en equipo hay que pasar por más de una crisis.

Hay menos estrés porque el trabajo es compartido, descendiendo el volumen de responsabilidades de cada miembro.

Las soluciones se buscan entre todos y mediante un consenso se valoran las mejores opciones. No existe la posibilidad de que un único sujeto lleve la carga de tomar las decisiones definitivas.

Se comparten los sinsabores, pero también la felicidad y ya se sabe que no es lo mismo una celebración con una sola persona que una con varias.

Cada miembro dispone de más información, ya que son muchas cabezas pensando e investigando.

Los resultados del trabajo en grupo siempre son mejores que los del trabajo individual.





Los rompecabezas del enjambre

Situaciones de tensión, llantos, gritos, miradas asesinas son algunos de los gestos que más se repiten cuando se trabaja codo con codo con diferentes personas, pero no tiene porqué ser un problema sino una alegría, ya que son los errores los que nos enseñan.

La mayoría de las contrariedades surgen por el comportamiento de sujetos tiranos que intentan imponer su criterio al resto. También por las personas que no se sienten a gusto con su ocupación y pagan esta frustración con el trabajo del resto. Otra causa es la subdivisión del grupo, el surgimiento de competencia entra las personas y la no implicación de todos los miembros con la misma intensidad y volumen de trabajo.

El enfrentamiento no tiene cabida

Es básico saber controlar los roces que van surgiendo porque si no el equipo se irá deteriorando hasta fracasar. La mejor opción es realizar semanalmente una reunión donde se exprese con sinceridad los problemas que hayan ido apareciendo y, en la misma, solucionarlos convirtiendo poco a poco al grupo en un conjunto sólido e infranqueable.

A medida que el trabajo se va resolviendo, el cansancio y las pequeñas frustraciones se hacen más evidentes, por ello hay que incentivar a los miembros evitando así que la desilusión se apodere de ellos y fomentando el orgullo de ser parte del grupo.

Es un reto trabajar en equipo, para ello hay que colmarse de paciencia, ilusión y armonía. Tener presente que todo tiene solución y entender que la unión se forja con tiempo, trabajo y errores.

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