miércoles, 18 de febrero de 2015

LA TENSIÓN DRAMÁTICA



Muchos actores y actrices saben de la tensión dramática, esa cosa difícil de definir y que convierte el falso momento teatral en una puerta a lo sublime. Uno de los grandes logros del hecho teatral es la devolución del tiempo transcurrido sobre el escenario como un instante eterno, detenido ante el gesto y la expectación. Ocurre pocas veces, pero cuando tiene lugar, todo cobra un sentido mítico. Un actor, o una actriz, están contando una historia con la sinfonía de sus movimientos y el vuelo de sus palabras y, en un determinado momento, suspenden el tiempo sobre la espera del desenlace. Es el “y de pronto…” de los cuentos. El momento detiene el flujo de la lógica, la espera se vuelve contemplativa, algo importante va a suceder, el desenlace, imprevisible, puede marcar rumbos insospechados. Ante ésta atención plena se concentran todas las energías del cosmos congregadas en ese instante por el actor demiurgo. Es la mirada del niño que descubre a cada momento algo nuevo y fascinante, serena, confiada, agradecida, esa mirada que conservamos dentro hasta que alguien la convoca para que de fe de las infinitas maravillas que nos rodean, de los infinitos mundos que se crean a cada instante, contenidos unos dentro de otros en singular conjunción. Esa tensión dramática nos recorre toda la vida para ofrecernos miradas de nosotros mismos, pues al fin y al cabo todo lo que hay afuera es el reflejo de lo que hay dentro.


Desierto de Atacama en septiembre tras la lluvia

No hay comentarios:

Publicar un comentario