Un niño entra en el teatro junto
a su hermana porque su padre, su madre o ambos, han decidido que ese taller les
vendrá bien, tras consultarlo con ellos, claro está, pues siempre tendrán la
última palabra ante las iniciativas de los mayores que repercute en ellos. Pero
lo que el niño no sabe es de qué va esto. Su hermana, mayor que él, sí. Le han
dicho que va a hacer teatro, que conocerá a más niños y niñas, que le ayudará a
superar su timidez, que…ha empezado a agobiarse. Tiene pánico a mostrarse en
público, a que lo miren, es todo lo contrario a su hermana, extrovertida,
egocéntrica, graciosa… ¡Qué soso eres, hijo! le repiten como una cantinela.
Pero él ha decidido ya que no va a pasar otra vez por la vergüenza de estar
ante todos y tener que hacer o decir algo “gracioso”. Y se niega. Y se lo dice
a su madre muy bajito, no le vayan a oír. Su madre intenta convencerlo una vez
más, hasta que se da por vencida con cierta frustración. Se lo dice al profesor
del taller y éste le suelta al niño:
- ¡Estupendo porque somos muchos! ¿Quieres ser el
fotógrafo del taller? Te dejo mi cámara y vas haciendo fotografías de todo lo
que hagamos y a ti te guste. Eres libre para moverte por donde quieras.
Al niño se le enciende un brillo
en los ojos y acepta de inmediato.
Así podría empezar la crónica de
uno de tantos talleres de los que se hacen en el Centro para niños y niñas con
o sin discapacidad, donde todos caben, donde cada uno aportará lo mejor que
tenga, donde eres importante.
La crónica también podría
describir cómo resuelven problemas de comunicación, el primer día del taller, una
niña sorda con otra que no lo es y no sabe lengua de signos. ¡Pues con el
whatsapp!
O cómo consigue un niño ciego
seguir a otro arrastrándose a través de un pasadizo imaginario sobre las tablas
del escenario. ¡El primero va dando golpes en el suelo! Pero lo más interesante
de todo es la facilidad con que lo resuelven. No hay juicio ni rechazo ante la
discapacidad, sea la que sea, hay relación entre niños y niñas con la misma
intensidad por vivir, por jugar al teatro, la danza o los cuentos. Y es esa
maravillosa interacción que proporcionan los niños y niñas de los talleres lo
que va construyendo ésta pequeña comunidad escénica que es el Centro Escénico
Pupaclown. Se trata de ir tallando poco a poco todas las facetas de un bello
cristal que muestre la rica e infinita diversidad del ser humano, dinámica y
sincera. Y las artes escénicas son una buena excusa, un crisol donde compartir
lo mejor de cada cual. La puerta está abierta, nunca se cerrará y las
posibilidades tan infinitas como el arte.
Buaaaa.... Fue empezar a leer el post y dejarse seducir por la experiencia escénica. ¡Viva Pupaclown! y gracias por acercar este mundo maravilloso a los peques, sean quienes sean y cómo sean.
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